martes, 25 de marzo de 2008

Migrantes pagan alto precio por ciudadanía de EE.UU.

Prensa Libre
José Antonio Gutiérrez, originario de Escuintla, quería ser arquitecto, y por ello se enroló en el ejército de los Estados Unidos. Murió en Irak, el 21 de marzo del 2003.

Un joven guatemalteco originario de Escuintla, y que soñaba con convertirse en arquitecto, recibió la ciudadanía póstuma de Estados Unidos, años después de su muerte en combate, en Irak.

José Antonio Gutiérrez, entonces de 22 años, fue alcanzado por balas estadounidenses —fuego amigo—, después de iniciarse la invasión de suelo iraquí por tropas de EE. UU., el 21 de marzo del 2003, en Umm Qars.

El infante de marina recibió honores que su familia jamás hubiera soñado. Su hermana, Engracia, fue trasladada desde Guatemala para que participara en el funeral, donde altos oficiales rindieron homenaje al joven que yacía en un ataúd, envuelto en la bandera estadounidense.

Su madre adoptiva, Nora Mosquera, que acompañó sus restos a Guatemala, se preguntaba si era necesaria su muerte para que EE. UU. lo aceptara.

Lista larga
Al igual que Gutiérrez, otros 109 infantes han recibido la ciudadanía estadounidense en forma póstuma.

Familiares y amigos no dejan de preguntarse sobre lo que representa ese documento para un migrante fallecido y quien por años luchó por alcanzar tal categoría.

El certificado de ciudadanía de Gutiérrez le fue entregado a Mosquera, residente de EE. UU. “La ciudadanía llegó demasiado tarde para él, pero me siento agradecida y orgullosa. Sabía que le abriría muchas puertas a su familia”, manifestó.

Política errada
En abril del 2003, Roger Mahony, cardenal de Los Ángeles, quien ofreció la misa fúnebre, le escribió al presidente de EE. UU., George W. Bush, una carta en la que expuso: “Hay algo terriblemente errado con nuestras políticas migratorias, si hay que morir en combate para recibir la ciudadanía”.

El religioso propuso que se concediera la ciudadanía inmediatamente a todo inmigrante que aceptara enrolarse en las fuerzas armadas norteamericanas en tiempos de guerra.

“No hay que esperar a que los traigan de vuelta en un ataúd”, agregó.

Al comienzo de la guerra, lo dispuso el presidente Bush, ya que hasta entonces los residentes legales que se unían a las tropas debían esperar tres años para obtener la ciudadanía.

Desde entonces, unos 37 mil soldados se han naturalizado.

No hay comentarios: