miércoles, 3 de diciembre de 2008

El lugar más seguro está dejando de serlo


El Periodico

Mujeres indígenas son vistas dentro de la parroquia de Chuarrancho, mientras realizan el cambio de vestimenta a los santos de dicha parroquia.
Una carretera serpenteante que escupe polvo conduce a Chuarrancho, el municipio con menos índices de violencia de Guatemala. Los comercios están siempre abiertos y cuando se entra hay que gritar “buenas” para que el dueño salga a atender. “¿Un asesinato?”, “eso pasa en la capital, aquí no”, dicen los vecinos. El último que recuerdan sucedió hace nueve años, fue a un joven, que aseguran todos, “en algo andaba metido”.

La gente sale a caminar sin importar la hora, a nadie se le ocurre que le puedan hacer algo y los cinco policías de la comisaría duermen más de ocho horas sin que ninguna emergencia les despierte. El premio al sitio más seguro de Guatemala se lo tienen bien ganado… aunque están cerca de perderlo.

Hace pocos meses, algo está revolviendo la tranquilidad de la zona: un grupo de extorsionadores que llega a pedir dinero a los negocios más prósperos. Pocos los han visto, pero en el pueblo no se habla de otra cosa.

La que sí los vio, y a los ojos, fue Marina López, la dueña de la tienda de celulares. Llegaron hace 15 días, “un hombre y una mujer en moto, se veía que eran de la capital”, comenta. Le pidieron Q15 mil a cambio de no matar a ninguno de sus seis hijos. No pagó. “¿Con qué les voy a pagar, si aquí no se vende todos los días?”, se lamenta, “lo único que hago es orar y orar”, agrega. Ahora ha puesto una reja de metal y una cadena que los separa de los clientes, pero nada más.

Esperándolos
“Las extorsiones son cada vez más, pero nosotros ya nos estamos organizando”, dice Santos, un chofer de tuc tuc, “hemos hecho juntas y decidimos que en cuanto los agarremos, quemados los vamos a hacer”. Marina lo sabe, “los van a linchar, eso se andan buscando”, dice.

En el pueblo de 10 mil 800 habitantes hay 15 policías, 5 activos en cada turno. Tienen una patrulla con la que deben recorrer 105 kilómetros cuadrados. “Aquí todo es tranquilo. Nunca hay un robo, ni nada”, indica el oficial Ángel Tun. Lo de las extorsiones lo han oído, pero no pueden asegurar si es verdad o son rumores, “estamos investigando”, concluye.

Pascual Xocoxol, síndico, está al tanto de la irrupción en su paraíso pacífico. “Vamos a hacer algo para combatirlo antes de que se propague”, asegura.

“Las autoridades no hacen nada, Colom ni se acuerda de nosotros”, comentó Julio, encargado de una caseta en el parque, “el único que no se olvida es el señor mano dura”, cuenta en alusión a Otto Pérez Molina, “el domingo pasado vino y nos dijo que eso de los extorsionistas era porque no votamos por él. Pero para la próxima ya nos quedó claro”, asegura.

“No pasa nada, nunca”, reconoce el dueño del 9.99 del pueblo. “Yo dejo la puerta abierta y la mercadería colgada afuera y nunca me han robado”, aclara con la voz fuerte y una risa de media boca, “aquí todavía no ha venido la delincuencia”. Pero va en camino. ¿Ha visto alguna vez un asesinado?, “sólo en la tele”, asegura.

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